Los valores judíos exigen que el mundo evite una hambruna

Un niño sostiene una olla vacía mientras espera junto a otros palestinos desplazados en la cola para recibir comidas proporcionadas por una organización benéfica antes de la ruptura del ayuno.

Un niño sostiene una olla vacía mientras espera junto a otros palestinos desplazados en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, el 16 de marzo de 2024. (Said Khatib/AFP/Getty Images)

En enero, HIAS compartió advertencias de que, sin una acción humanitaria y política concertada, la hambruna en Gaza estaba a la vuelta de la esquina. Hoy, esa advertencia ya no es un riesgo, es una realidad: La hambruna ya ha empezado a cobrarse sus primeras víctimas. Como siempre estas víctimas son las más vulnerables: los más jóvenes, los más ancianos, los más enfermos. Cada día aumenta el número de muertos, ya que a los civiles de Gaza se les niegan alimentos y otras necesidades humanas básicas. Al mismo tiempo, continúa el brutal cautiverio de 134 rehenes en Gaza, mientras cientos de miles de personas siguen sin poder regresar a sus hogares y todo el país lucha por procesar su trauma colectivo tras los horrores del 7 de octubre.. Esta aleccionadora realidad exige la indignación y el clamor de toda persona con conciencia.

Desde el 7 de octubre se han producido dos crisis de desplazamiento: una en Israel y otra en Gaza. En ambos casos, los civiles se han visto desarraigados de sus hogares, traumatizados por la violencia y sin saber si podrán regresar. Y en ambos casos, la polarización y la política de la guerra han llevado a muchos a sentir que la simpatía o la preocupación del resto del mundo han sido insuficientes.

Los cientos de miles de personas desplazadas en Israel han recibido una respuesta colectiva masiva de la sociedad israelí, incluso de organizaciones como HIAS, que ha prestado apoyo a 236.000 desplazados y otras personas afectadas en Israel, centrándose en los más vulnerables. Aunque siguen existiendo necesidades importantes entre las personas cuyas vidas quedaron destrozadas el 7 de octubre, las necesidades básicas de los civiles en Israel pueden satisfacerse en gran medida. Trágicamente, no puede decirse lo mismo de los casi 1,8 millones de palestinos desplazados en Gaza, tanto por la destrucción casi total de las infraestructuras físicas como por los bloqueos de la ayuda que se siguen imponiendo.Cuando la ayuda ha llegado, se han dado múltiples casos de palestinos asesinados mientras esperaban en la cola para recibirla.

Esta aleccionadora realidad exige la indignación y el clamor de toda persona de conciencia.  

La guerra desencadena sufrimiento. Pero durante miles de años, las leyes inspiradas en la afirmación moral del valor humano han mitigado ese sufrimiento, desde las limitaciones éticas de la Torá en la guerra hasta el derecho internacional humanitario moderno. Un hilo común es que, independientemente de las acciones del enemigo, las partes beligerantes deben distinguir entre soldados y civiles. Estos últimos no deben ser un objetivo, y su sufrimiento no puede ser ignorado.

Los proverbios nos enseñan quei tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; si tiene sed, dale de beber agua". Si la tradición judía exige esto incluso para nuestros enemigos, estamos cada vez más llamados a ayudar a los civiles que padecen hambre y sed independientemente de de independientemente de quién controle el territorio en el que viven.

La población civil de Gaza necesita más de 500 camiones de ayuda al día para cubrir sus necesidades básicas, por lo que el puñado de lanzamientos aéreos organizados por Estados Unidos, Alemania, Francia y otros países son sencillamente insuficientes para satisfacer el extraordinario nivel de necesidad. Los camiones están listos, repletos de alimentos y medicinas, y esperando en largas colas en Egipto la autorización para entrar en Gaza. Y los trabajadores humanitarios también están listos, preparados para distribuir la ayuda una vez que llegue, a pesar del riesgo extremo que corren sus propias vidas. Como personas de conciencia, pedimos a los gobiernos y a la comunidad internacional que hagan todo lo posible para garantizar que esta ayuda vital pueda llegar a quienes la necesitan, en lugar de limitarse a un mero goteo de ayuda a través de un proceso que roza lo performativo. Exigimos esto de todo corazón, al igual que exigimos la liberación incondicional de los 134 rehenes.

Un hilo común es que, independientemente de las acciones del enemigo, las partes beligerantes deben distinguir entre soldados y civiles. Estos últimos no deben ser un objetivo, y su sufrimiento no puede ignorarse. 

El principio de que las personas tienen derecho a no temer por sus vidas por ser quienes son, inspiró la fundación de HIAS hace más de un siglo y nos guía todavía hoy. Por eso apoyamos a las personas desplazadas en todo el mundo: no porque sean judías, sino porque somos una organización judía. Y porque reconocemos que nuestra tradición dicta que nuestra conciencia no puede ser selectiva, incluso y especialmente en la guerra.

Como personas de conciencia, debemos ejercer la expansividad moral para declarar que el daño prolongado y evitable de civiles en la guerra es inexcusable, independientemente de su identidad nacional.

Su humanidad lo exige. La nuestra también.

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