70 años de derechos laborales para los refugiados

Por Galo Quizanga, Director Global de Inclusión Económica y Jessica Therkelsen, Directora de protección legal

70 años de derechos laborales para los refugiados

Un cliente de HIAS en Ecuador participa en un programa de inclusión económica.

(HIAS Ecuador)

Durante la década de 1940, a los refugiados y solicitantes de asilo de todo el mundo a menudo se les prohibía trabajar o se les obligaba a someterse a situaciones laborales opresivas ilegales para mantenerse a sí mismos y a sus familias. En este Día Internacional del Trabajo echamos la vista atrás 70 años desde que la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 permitiera efectivamente a los refugiados y solicitantes de asilo acceder al trabajo y a los derechos que conlleva.  

El 1 de mayo es un día que honra los derechos de los trabajadores y las enormes contribuciones de los movimientos obreros a nuestras sociedades. En HIAS, sabemos de primera mano lo importantes que son los empleos seguros y justos para ayudar a los refugiados y solicitantes de asilo a construir una nueva vida, y comprendemos el impacto que tienen los derechos de los trabajadores en su capacidad para ser autosuficientes. Los redactores originales de la Convención estaban profundamente preocupados por garantizar a los refugiados la capacidad de convertirse en miembros económicamente productivos de sus nuevos países. En esencia, construyeron un camino para que los refugiados se incluyeran en la mano de obra, lo que incluía: autoempleo; formación profesional y diplomas; protecciones laborales y seguridad social; y libertad de asociación, como afiliarse a un sindicato. 

Las protecciones laborales como el salario mínimo, las horas extraordinarias y las leyes de salud y seguridad son fundamentales para crear una mano de obra sana e inclusiva y una sociedad integrada y constructiva. Sin estos derechos, los trabajadores, y especialmente los refugiados, pueden sufrir abusos sin reparación y son vulnerables a la explotación, y también pueden ser víctimas del trabajo en el mercado negro que, en última instancia, socava las economías locales a través de la reducción salarial. A su vez, la reducción salarial puede desatar la animadversión entre los recién llegados y la comunidad local, lo que provoca un aumento de las tensiones y la xenofobia.

Garantizar el cumplimiento de los términos de la Convención de 1951, sin embargo, es sólo el principio de nuestro trabajo. No solo ayudamos a prevenir tensiones sociales, sino que también ayudamos a los refugiados y a sus nuevos vecinos a comprender cómo pueden contribuir de forma económica significativa.

En HIAS, vemos los beneficios tangibles de incluir a los refugiados y solicitantes de asilo en las economías locales y hemos creado muchos programas de inclusión económica en todo el mundo para garantizar que el derecho al trabajo sea alcanzable y accesible para nuestros clientes. Ofrecemos formación en habilidades empresariales, proporcionamos capital inicial a emprendedores y ayudamos a los refugiados a acceder a permisos laborales, prestaciones y empleo en su país de asilo. Un estudio del Banco Mundial muestra que ofrecer oportunidades de inclusión económica a refugiados y migrantes podría generar una contribución del 2% al 10% del PIB en los países de acogida.

Los efectos de la migración humana pueden acarrear mayores retos para las mujeres y las niñas, ya que las refugiadas y migrantes corren un mayor riesgo de sufrir violaciones de sus derechos, así como violencia de género. Durante la pandemia se ha producido un aumento exponencial de los riesgos de violencia de género y de precariedad laboral para las mujeres. En este Día Internacional del Trabajo queremos ratificar nuestro compromiso de que los programas económicos que desarrollamos también se centren en prevenir, mitigar y responder a la violencia de género. 

Podemos fijarnos en la historia de Astrid, una mujer soltera cabeza de familia con dos hijos que huyó de su país natal en Centroamérica, para recordar que el espíritu humano es la razón por la que necesitamos proporcionar estructuras a través de las cuales los refugiados puedan seguir alcanzando el éxito. El incansable impulso emprendedor de Astrid la llevó a establecer un pequeño negocio de fabricación de incienso en su nuevo país, Costa Rica. HIAS le proporcionó orientación para importar materias primas para su actividad económica, pero sufrió un revés por un incendio en su casa. HIAS le proporcionó asistencia jurídica y más ayuda financiera, y hoy Astrid y su familia tienen un negocio, Distribuidora ÁGAPE. La familia elabora cajeta, un dulce tradicional, y comercializa su "Cajetica" en varios sabores.

"HIAS me ha devuelto la ilusión y la esperanza de colocar mi producto en el mercado costarricense", afirma Astrid. "Nos devolvieron la alegría para que a través de nuestro trabajo podamos salir adelante, aunque tengamos que empezar de cero. La mayoría de la gente piensa que hoy en día no se puede trabajar de manera formal y honesta, que las oportunidades son limitadas, pero sí se puede."

Muchas más personas merecen la oportunidad que tuvo Astrid. La mano de obra imaginada -y garantizada- por el Derecho internacional de los refugiados, aboga por la inclusión de todos. Todos nos beneficiamos cuando todos tenemos oportunidades.

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