Debemos combatir la xenofobia. He aquí cómo hacerlo.
Por Mark Hetfield
Presidente de HIAS
29 de octubre de 2024
Rising to the Moment es una nueva serie en hias.org que ofrece reflexiones personales del Presidente de HIAS, Mark Hetfield, sobre los principales temas que subyacen a nuestro trabajo en todo el mundo. Este ensayo inaugural analiza cómo podemos combatir la creciente amenaza de la xenofobia.
"Cuando un extranjero resida entre vosotros en vuestra tierra, no lo maltratéis. El extranjero que resida entre vosotros debe ser tratado como vuestro nativo. Amadlos como a vosotros mismos, pues extranjeros fuisteis en Egipto". Levítico 19:33-34
Aún no sabemos quién ganará las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, pero una cosa está clara: ésta ha sido la campaña más xenófoba que se recuerda. En todo el país, los políticos han tergiversado los incidentes que aparecen en las noticias -o, en algunos casos, han inventado historias de la nada- para difamar a los inmigrantes.
Ya es bastante malo que esto ocurra. Pero lo peor es que, ante la evidencia de las mentiras, los demagogos de la vida pública estadounidense han descartado la verdad como irrelevante. Lo que les importa, aparentemente, es que la calumnia de inmigrantes como los haitianos de Springfield, Ohio, sirve a sus intereses políticos más amplios.
En los Estados Unidos de hoy, la xenofobia se ha convertido en moneda política.
A raíz de esta desgracia nacional, he estado reflexionando sobre el mandamiento bíblico de amar al extranjero, repetido en diferentes iteraciones no menos de 36 veces en la Torá.
Pero, al parecer, 36 veces no es suficiente.
Los demás credos abrahámicos -el cristianismo y el islam- también reiteran esta enseñanza una y otra vez. Este mandamiento de amar al extranjero se repite hasta la saciedad en nuestros libros sagrados por una razón: no porque sea el más importante de los mandamientos, sino porque quizá sea el más fácil de olvidar. Utilizar a los demás como chivos expiatorios siempre ha sido mucho más fácil que trabajar juntos para resolver los difíciles problemas que nos afectan a todos.
Utilizar a los demás como chivos expiatorios siempre ha sido mucho más fácil que trabajar juntos para resolver los difíciles problemas que nos afectan a todos.
Nuestras tradiciones religiosas son claras en cuanto al deber de combatir la xenofobia. Sin embargo, los políticos, los partidos y las plataformas la adoptan cada vez más.
La plataforma 2024 del Partido Republicano de EE.UU., entre otras cosas, promete "detener las políticas de fronteras abiertas que han abierto las compuertas a un maremoto de extranjeros ilegales, drogas mortales y crímenes de migrantes" y, como el ex presidente Trump ha prometido en múltiples ocasiones, "llevar a cabo la mayor deportación en la historia de Estados Unidos." La plataforma del Partido Demócrata de 2024, aunque incluye un lenguaje más inclusivo sobre los inmigrantes y los refugiados, también juega con la política del miedo con un intenso enfoque en la frontera y el retroceso de las protecciones de asilo.
Sin embargo, la xenofobia no es exclusiva de Estados Unidos. Es un fenómeno mundial.
En el Reino Unido e Israel, los cargos electos han culpado a los solicitantes de asilo de dolencias sociales y les han amenazado con deportarlos a países en los que ni siquiera han estado.
En toda Europa aumentan los partidos políticos antiinmigración. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en casi todos los países europeos, los partidos con plataformas xenófobas son ahora el partido gobernante o la mayor amenaza para el partido gobernante.
Y si bien Sudáfrica nos inspiró en su día en su lucha contra el racismo, hoy está invadida por la xenofobia. Recientemente, una candidata sudafricana a Miss Universo fue acosada públicamente para que abandonara el concurso porque, aunque había nacido y crecido en Sudáfrica, tenía ascendencia nigeriana y mozambiqueña.
Combatir esta tendencia mundial no será fácil, pero hay que hacerlo. Para empezar, es importante recordar que tratar a los extranjeros como a nosotros mismos no es sólo un imperativo moral. También sirve a nuestros propios intereses.
La historia ha demostrado repetidamente que los inmigrantes y los refugiados son contribuyentes netos a nuestra sociedad. Tomemos, por ejemplo, el estudio encargado por la administración Trump para calcular la carga del reasentamiento de refugiados para el contribuyente estadounidense. El estudio concluyó que, en un periodo de 10 años, los refugiados aportaron en realidad 63.000 millones de dólares más en servicios federales, estatales y locales de los que recibieron. En lugar de pregonar estos resultados, la administración Trump eliminó el estudio. Pero los resultados no son una anomalía. El gobierno de Biden actualizó el estudio e informó de que, en un periodo de 15 años, la contribución neta de los refugiados reasentados había ascendido a casi 124.000 millones de dólares.
La llegada de migrantes haitianos a Springfield es un buen ejemplo. Mientras que el senador J.D. Vance, ex compañero de fórmula vicepresidencial del presidente Trump, caracteriza su impacto como catastrófico, los que viven realmente en Springfield cuentan una historia diferente. Los propietarios de negocios en la ciudad han dicho que los haitianos son trabajadores, honestos y responsables. Y según el gobernador Mike DeWine, él mismo republicano, muchos negocios de la ciudad habrían cerrado tras la pandemia de no haber sido por los trabajadores haitianos.
Simpatizo con quienes sienten una profunda ansiedad ante el futuro, ya sea por la inestabilidad política, los altibajos económicos o la inminente amenaza del cambio climático. Lo que necesitamos es que la gente, esté en Estados Unidos o a un océano de distancia, se una en busca de soluciones que mejoren la vida de todos nosotros.
La xenofobia no es la respuesta. Hay una razón por la que nuestros textos sagrados, en uso desde hace miles de años, nos lo recuerdan una y otra vez.