Hambre y devastación: una llamada moral a la acción
12 de enero de 2024
Los primeros días de 2024, la sensación de alegría y renovación que generalmente acompaña el comienzo de un nuevo año se vio invadida por la certeza de que, para muchas personas de todo el mundo, esta época carecía de celebración.
Irónicamente, esto es especialmente cierto en la Tierra Santa.
La gente de Israel aún no se ha recuperado de los ataques del 7 de octubre, la masacre de judíos más grande desde el Holocausto. Y, en la actualidad, en Gaza la tragedia empeora. En Gaza, hace cien días que los rehenes tomados en Israel están en cautiverio, y más de dos millones de personas están llegando a cien días de violencia, desplazamiento y sufrimiento. Esta semana, el principal funcionario humanitario de la ONU advirtió que “la hambruna está a la vuelta de la esquina”. En la actualidad, cuatro de cada cinco personas del mundo que padecen hambre catastrófica viven en Gaza.
La sabiduría de la tradición judía reconoce muy bien la gravedad de esta situación. Los rabinos del Talmud declararon con la claridad de la experiencia vivida que “La hambruna es peor que la espada (guerra)” debido al enorme sufrimiento que causa la hambruna generalizada antes de cobrarse sus víctimas. Al mismo tiempo, los rabinos también declararon que el cautiverio es peor que cualquier cosa, ya que involucra hambruna, guerra y muerte.
La comunidad judía de todo el mundo siente devastación, furia y angustia por los horribles ataques perpetrados el 7 de octubre, los continuos ataques con proyectiles en Israel y el mantenimiento del cautiverio de más de cien rehenes. Aun así, esta violencia no nos permite ignorar el desplazamiento masivo y una hambruna evitable que afecta a toda la población civil. No se los puede tratar solo como una lamentable consecuencia de la guerra.
Nuestro dolor ante la crueldad perpetrada contra los judíos no puede permitirnos abandonar la creencia fundamental en la humanidad de todas las personas. Reconocer la dignidad en otras personas es una afirmación de nuestra propia dignidad, incluso y especialmente cuando estamos sufriendo.
Históricamente, cuando los judíos fuimos perseguidos por ser quienes somos, recurrimos a nuestra tradición para obtener inspiración y fortaleza. Un elemento esencial de la enseñanza de la Torá es la preocupación por los más vulnerables sin perjuicio de su nacionalidad o situación de vida. Ante este momento histórico de creciente antisemitismo que provoca temor y ansiedad en gran parte de la población judía mundial, una vez más nos inspiramos en la empatía de nuestra tradición como fuente de resiliencia.
Nuestro dolor ante la crueldad perpetrada contra los judíos no puede permitirnos abandonar la creencia fundamental en la humanidad de todas las personas.
Durante más de un siglo, HIAS ha vivido este valor judío: ayudar a las personas que han sobrevivido a la violencia y los conflictos. Atendemos a civiles que son víctimas de guerras que no provocaron y del terror que no infligieron.
Es por esto que debemos hablar con una clara voz moral sobre la destrucción y la devastación en Gaza. Uno de cada cien residentes de Gaza ha sido asesinado, incluidos más de diez mil niños. La vasta mayoría de la población tuvo que huir de sus hogares, en ocasiones varias veces. El setenta por ciento de las viviendas fueron dañadas y destruidas, lo que dejó a cientos de miles de personas expuestas a los factores climáticos del invierno. Los niños que deberían ir a la escuela no pueden hacerlo porque sus escuelas están destruidas o se convirtieron en refugios. El sesenta por ciento de los 36 hospitales de Gaza están inoperables justo cuando más se los necesita. La falta de atención médica, combinada con la escasez de agua potable y alimentos, causó un aumento considerable en la desnutrición y las enfermedades. Es un impacto para la conciencia, y debe ser una llamada a la acción.
Las organizaciones humanitarias se están esforzando por satisfacer las necesidades de la población de Gaza, pero actualmente no pueden hacerlo. La ayuda que se permite ingresar en la Franja de Gaza es una fracción diminuta de lo que se necesitaría y, dada la violencia continua y destrucción de la infraestructura, ha sido casi imposible distribuirla. Más de 150 trabajadores humanitarios murieron en los actos de violencia.
Por el bien de los israelíes, palestinos y civiles de toda la región, con urgencia debemos ver soluciones políticas reales que garanticen la seguridad y la dignidad de todas las personas. Ni una persona más debe vivir el trauma de la violencia y el desplazamiento, de familias perdidas y destrozadas, del hambre. Tanto los cautivos como los desplazados deben poder regresar a sus casas, y todas las personas deben poder vivir en condiciones de seguridad, dignidad y paz.
Debemos tomar la decisión consciente de no vivir este momento con lamento y angustia. Nos negamos a ver un abismo de desesperación cuando tenemos el poder de corrernos del borde de la hambruna, la destrucción y la muerte. Como escribió el rabino Jonathan Sacks (z”l): “No hay nada escrito en la estructura del universo que dicte que el odio, la guerra, la violencia y el derramamiento de sangre sean rasgos constitutivos de la situación humana”.
Al mismo tiempo, podemos y debemos abordar de manera proactiva las numerosas formas en que este conflicto nos ha afectado directa e indirectamente, incluidas las tensas relaciones personales y comunitarias destrozadas por los desacuerdos, el antisemitismo y la islamofobia crecientes que perjudican a los judíos y a los musulmanes de todo el mundo.
Independientemente de la política, cada uno de nosotros puede elegir ponerse del lado de la humanidad. Del lado de los que están bajo el fuego casi constante de los cohetes. Del lado de los rehenes. Del lado de quienes carecen de acceso a alimentos, agua y atención médica básica. Del lado de los niños que se han quedado huérfanos, de los padres que se han quedado sin hijos. Del lado de aquellos cuyo mundo entero ha sido destruido.
Y cuando este conflicto termine, que nuestro compromiso con la humanidad no sea su última víctima.