Lo que vi en la frontera entre EE.UU. y México
Por el rabino Lewis Kamrass
16 de abril de 2024
*Lo siguiente es una adaptación de un correo electrónico que el rabino Lewis Kamrass envió a los simpatizantes de HIAS el 15 de abril.
Recientemente tuve la oportunidad de viajar desde mi casa en Cincinnati hasta la frontera entre Estados Unidos y México, que visité como parte de una delegación de rabinos y clérigos judíos con HIAS y T'ruah: El Llamamiento Rabínico por los Derechos Humanos. Estábamos allí como líderes religiosos para presenciar una emergencia humanitaria, aprender de los expertos sobre el terreno y llevar la experiencia a nuestras comunidades.
Mi experiencia fue impactante y reveladora. La desconexión entre la retórica polarizadora de la conversación nacional y lo que presencié de primera mano era palpable.
Una cosa quedó clara desde el momento en que llegué. Esta es una crisis que requiere una voz moral. Es mucho más que un reto político o un debate político. Plantea una cuestión moral básica sobre cómo trata nuestro país a las personas en un momento de necesidad: si ofrecemos refugio a las personas que huyen del peligro, si culpamos a las víctimas de la violencia y si las ayudamos.
A medida que el discurso nacional sobre la frontera alcanza su punto álgido, los políticos utilizan la retórica antiinmigración para ganar puntos políticos en lugar de abordar las necesidades humanas reales. Las personas que conocí allí no son ni mucho menos los delincuentes que a menudo se presentan como tales. En un centro de detención, vimos lo arbitrario, caro e innecesario que es para nuestro país detener a personas mientras esperan sus audiencias de asilo. Las personas que conocimos no han hecho nada malo, y sin embargo están encarceladas. A muchos de ellos se les deporta rápidamente a sus países de origen o a México antes de que se les conceda el debido proceso de audiencias de asilo.
En una visita a dos refugios en el lado mexicano de la frontera, hablamos con varias mujeres sobre el peligro extremo del que huían en sus países de origen y las penurias que sufrieron en su viaje, como violencia sexual, contrabando y largas esperas para una cita de asilo. Lo que más me impresionó fue que, a pesar de todo, seguían hablando de su fe, diciéndonos que "todo lo que tengo es a Dios".
Su fe inquebrantable les ayudó a superar dificultades inimaginables. Ser testigo de ese tipo de fe es una lección de humildad. Despertó en mí una claridad moral sobre lo que exige mi tradición: un compromiso inquebrantable con la dignidad humana universal. Hacer esa afirmación es sencillo, pero defenderla como sociedad requiere convicción moral, liderazgo basado en principios y voluntad política.
No podemos darles la espalda. Podemos -y debemos- unirnos fielmente para dar forma a un mundo en el que todos los refugiados encuentren acogida, seguridad y oportunidades.
Cada día sigo agradeciendo que la comunidad judía cuente con una organización como HIAS que presta servicios vitales a refugiados y solicitantes de asilo y defiende sus derechos fundamentales para que puedan reconstruir sus vidas.