Declaración de HIAS ante el Comité Judicial del Senado
27 de septiembre de 2016
Antes de una audiencia en el Congreso el 28 de septiembre de 2016 sobre los planes de la administración Obama para el programa de reasentamiento de refugiados de Estados Unidos para el año fiscal 2017, HIAS presentó la siguiente declaración al Subcomité de Inmigración e Interés Nacional del Comité Judicial del Senado.
La historia de los refugiados en Estados Unidos no comenzó con el conflicto sirio. No empezó con la Ley de Refugiados de 1980. Tampoco empezó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo contempló horrorizado la devastación que supuso cerrar las fronteras a los necesitados, y respondió ratificando la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Estados Unidos ha representado un lugar de refugio desde los peregrinos, que eran protestantes ingleses en busca de libertad para practicar su religión. Católicos irlandeses, judíos rusos, cubanos y vietnamitas, por nombrar sólo algunos, son todos grupos que han llegado desde entonces a Estados Unidos como refugiados y han dejado su impronta en la cultura y la sociedad estadounidenses, convirtiéndola en lo que es hoy.
HIAS, la agencia mundial judía sin ánimo de lucro para los refugiados, está orgullosa de su papel en la historia de los refugiados en América. Creada en 1881, HIAS comenzó como una organización de ayuda que proporcionaba asistencia a los inmigrantes judíos recién llegados. En la actualidad, guiada por su historia y sus valores, HIAS -junto con otras ocho agencias nacionales- reasienta en Estados Unidos a refugiados independientemente de su religión, raza o nacionalidad. Los refugiados reasentados en Estados Unidos reciben asistencia y la oportunidad de reconstruir sus vidas en libertad, dignidad y seguridad. A cambio, las comunidades se enriquecen, y a menudo se revitalizan, gracias a los refugiados.
Recientemente, el impacto positivo de los refugiados se ha visto eclipsado por el miedo y las actitudes nacionalistas. Esto se ha producido en un momento en que el número de desplazados forzosos en todo el mundo es el más alto de la historia. Ahora no es el momento de ceder al miedo ni de aislarnos.
La seguridad nacional y el reasentamiento de refugiados no se excluyen mutuamente. Los refugiados son sometidos a los controles de seguridad más estrictos de toda la población que inmigra a EE.UU. Los refugiados son elegidos en función de su vulnerabilidad y remitidos por las Naciones Unidas a EE.UU.; ellos no eligen dónde son reasentados. Una vez que un refugiado es remitido a Estados Unidos para su reasentamiento, se recopilan sus datos biográficos y biométricos. Funcionarios altamente cualificados realizan entrevistas en profundidad para confirmar la identidad y la elegibilidad del refugiado. A continuación, esta información se compara con las bases de datos policiales y de inteligencia de Estados Unidos. Si existen dudas sobre la historia o las intenciones de un refugiado al venir a EE.UU., se le deniega la admisión en nuestro país. Antes de que los refugiados lleguen a EE.UU., se les proporciona orientación cultural diseñada para ayudarles a comprender mejor nuestro país, hacer frente a posibles retos e integrarse en sus nuevas comunidades. El proceso de control de seguridad se examina y actualiza constantemente a medida que se dispone de nueva información.
El reasentamiento no sólo beneficia a los refugiados, que a menudo son víctimas del terrorismo, sino que también aporta valor a la seguridad de Estados Unidos. Mantener nuestro orgulloso legado de reasentar refugiados en Estados Unidos socava la retórica de los grupos terroristas que afirman que los refugiados no son bienvenidos en nuestro país. El reasentamiento de refugiados también ayuda a proporcionar estabilidad a los aliados que los acogen.
Las creencias antirrefugiados, antiinmigrantes, antimusulmanas y otras formas de nacionalismo no son compartidas por la mayoría de los estadounidenses. En todo el país vemos generosidad y apertura hacia los refugiados. Tomemos como ejemplo a los miembros del Templo Shalom de Chevy Chase, Maryland. Tras conocer la crisis mundial de los refugiados, esta sinagoga formó un grupo de trabajo para decidir cómo podían ayudar a los refugiados. Decidieron que ayudarían a cubrir las necesidades inmediatas de una familia recién llegada de Siria. La congregación amuebló un apartamento, llenó la despensa y preparó a la familia una comida de bienvenida para su primera noche en su nuevo hogar. Un pequeño grupo recibió a la familia de seis miembros en el aeropuerto. Desde entonces, se han comprometido a ayudar a la familia a familiarizarse con su nueva comunidad haciendo cosas como ayudarles a aprender inglés y enseñarles el transporte público de la zona. Todo son pequeñas cosas, pero cuando se combinan tienen un impacto enorme.
Este es solo un ejemplo de lo que piensa la mayoría de los estadounidenses sobre los refugiados. Más de 184 sinagogas se han unido al Templo Shalom para prometer su apoyo a los refugiados, prometiendo actuar y apoyar a los refugiados en sus comunidades. Esta es la historia que seguimos compartiendo porque refleja quiénes somos y cómo empezó nuestra nación. Nuestro sólido programa de reasentamiento de refugiados depende no sólo del apoyo de la comunidad, sino también del apoyo del gobierno. Es importante que el programa de reasentamiento de refugiados siga recibiendo el apoyo del Congreso en forma de legislación que mejore y modernice el funcionamiento del programa, así como financiación para garantizar que se dispone de los recursos necesarios para tramitar los casos de refugiados y prestar servicios a los refugiados cuando lleguen. Este apoyo garantizará que los estadounidenses continuemos con nuestro legado de acogida a los refugiados.