Un judío cubano en la Gran Manzana: El viaje de mi familia hacia la seguridad
Por León Pérez
HIAS.org
17 de enero de 2025
Me llamo León Pérez y tengo 79 años. Si creciste en Cuba en la década de 1950 como yo, fuiste testigo de muchos acontecimientos históricos que se desarrollaron ante tus ojos.
Un recién casado Frank Sinatra pasó su luna de miel en la isla, Ernest Hemingway escribió su obra El viejo y el mar, ganadora del Premio Pulitzer, desde su villa en las afueras de La Habana, y la isla importó muchos de los clásicos y coloridos vehículos de Ford, Cadillac y Chevrolet que siguen transportando a la gente hoy en día.
Sin embargo, en medio del auge cultural y económico que experimentaba la isla, aumentaban las tensiones políticas que pronto cambiarían la vida de muchos, incluida la población judía de Cuba.
En la década de 1950, Cuba tenía una próspera comunidad judía. Éramos una población de más de 25.000 judíos procedentes de todo el mundo: de lugares como Grecia, Siria, Rusia, Turquía, España y Egipto.
Sin embargo, todo cambió tras la Revolución Cubana de 1959 y el ascenso al poder de Fidel Castro.
Muchos judíos, incluida mi familia, que habían sufrido persecución antes, se aterrorizaron ante la posibilidad de volver a sufrirla.
Nuestra vida judía en Cuba
Mi padre era de origen turco, pero nunca nos dijo si había nacido en Turquía o en Cuba. Mi madre también era de origen turco.
Nuestra familia desempeñó un papel importante en la consolidación de la comunidad judía de La Habana. A medida que la comunidad empezó a crecer a lo largo de las décadas de 1930 y 1940, mi padre abrió una pequeña escuela hebrea. También creó una escuela de negocios llamada La Comercial. Esta escuela estaba diseñada para enseñar técnicas empresariales a personas de la comunidad judía recién llegadas a Cuba, permitiéndoles ganarse la vida y sobrevivir.
Conoció a mi madre en esta escuela y más tarde se casaron en La Habana.
Tras unos años dirigiendo La Comercial, mi padre respondió a las peticiones de los miembros de la comunidad de una escuela donde sus hijos pudieran estudiar y aprender sobre los valores y la cultura judíos.
En 1950, abrió la primera escuela hebrea para niños de la isla, llamada el Instituto Albert Einstein.
Mi padre siempre pensaba en los demás. Si alguien de la comunidad no podía pagar la matrícula completa, le dejaba ir a pesar de todo. También acogía a niños no judíos para enseñarles el valor de la diversidad.
Una revolución y una huida hacia la seguridad
Mis padres invirtieron tanto en la comunidad judía de Cuba que nunca imaginaron que tendrían que desarraigar sus vidas una vez más para buscar seguridad en el extranjero.
Sin embargo, cuando Fidel Castro llegó al poder en 1959, muchos judíos de la isla empezaron a tener miedo. El nuevo gobierno cubano les recordaba el sufrimiento que habían padecido las comunidades judías en la Unión Soviética y Europa del Este: desplazamientos forzosos, masacres y expulsiones.
Como consecuencia, alrededor del 95% de la población judía abandonó la isla durante este periodo de la historia.
Miles de judíos cubanos empezaron a ponerse en contacto con HIAS para planificar sus viajes a un lugar seguro en los Estados Unidos. Mis padres se pusieron en contacto con HIAS a través de cartas y comenzaron a hacer los arreglos para que mi hermano y yo viajáramos a Miami, Florida. Yo solo tenía 15 años en ese momento y mi hermano 12.
No sé cómo llegaron nuestros billetes de avión a manos de mis padres, pero así fue. En 1961, mi hermano y yo salimos de la isla. Paramos tres veces en camino a Miami: primero en Jamaica, luego en Aruba y finalmente en Curaçao antes de llegar a Estados Unidos.
No recuerdo cada parte del viaje, pero recuerdo que en Curaçao vivimos en una casa propiedad de personas afiliadas a HIAS que ayudaban a personas refugiadas de Cuba. Nos quedamos en esa casa durante 10 días mientras HIAS organizaba todo para nuestro viaje a Estados Unidos.
HIAS nos llevó de Curaçao a Miami, donde otra familia nos acogió y vivimos con ellos.
A mis padres, que seguían en Cuba y hacían preparativos para reunirse con nosotros, les preocupaba que mi hermano y yo nos sintiéramos aislados en Miami. Pidieron a HIAS que nos trasladara a casa de una familia en Nueva York, cerca de un primo de mi madre. HIAS lo hizo posible.
Nos alojamos en casa de una familia judía que nos acogió con mucho cariño. Aún recuerdo a la dulce bubbe de la familia, que nos preparó sopa de bolas de matzo.
Una reunión familiar y un nuevo comienzo
Seis meses después, en julio de 1961, mis padres salieron de Cuba con el apoyo de HIAS. Hicieron una escala en Jamaica, donde se quedaron un tiempo en una casa comunal. Después, finalmente llegaron a Nueva York y nos reunimos.
HIAS nos proporcionó fondos para encontrar un lugar donde vivir en Nueva York. Nos mudamos a un apartamento cerca del primo de mi madre en Brooklyn. Con el tiempo, mis padres encontraron trabajo: mi padre como profesor universitario y mi madre como secretaria. Nos instalamos y empezamos a aprender inglés.
Cuando mis padres se estabilizaron económicamente, devolvieron el dinero que HIAS les había proporcionado para que pudieran ayudar a otras persons necesitadas.
Ahora tengo 79 años y tengo mi propia familia. Me casé en Nueva York con mi esposa, que es colombiana, y tenemos tres hijos. Esos hijos nos han dado siete nietos, y no podríamos ser más felices.
También tuve un próspero negocio de ropa y calcetería, que dirigí hasta hace sólo tres años. El negocio me permitió mantener a mi familia y crear una vida estable en Estados Unidos.
De cara al futuro, mi mayor esperanza es que mi familia siga saludable, feliz y libre de persecuciones. Gracias a HIAS, hoy estamos aquí y podemos vislumbrar este futuro brillante y prometedor.